lunes, 6 de febrero de 2012

LA AUTOESTIMA

Para el común de los mortales lo más importante del mundo es uno mismo. Cuando reflexionamos o conversamos con alguien cercano, los temas que nos resultan más relevantes y emotivos son aquellos que tratan sobre algún aspecto de nuestro "yo", sobre sucesos que nos afectan personalmente.
La curiosidad por entenderse a sí mismos es la principal fuerza que impulsa diariamente a millones de hombres y mujeres a buscar con avidez historias humanas con las que identificarse,  ya sea en las noticias de la prensa, en las tertulias  de la radio, en los programas de televisión, en el cine, en las obras de teatro, en los libros y revistas o en Internet. La preocupación con su propio "yo" también impulsa a incontables  personas a acudir a psicólogos, psiquiatras, echadores de cartas, adivinos....etc en busca de respuestas a algún conflicto en sus relaciones, de pronósticos sobre lo que está por llegar o de aclaraciones de facetas de su carácter que les agobian o no comprenden.
Pese a  este insaciable y universal interés por saber sobre nosotros mismos, todos atravesamos momentos en los que no nos entendemos.
La predisposición para abrirnos y hablar sobre nosotros mismos está  influenciada por nuestro estado de ánimo, de forma que las ideas que expresamos varían, según cómo nos sintamos en un momento dado. Los sentimientos desempeñan un papel fundamental en cómo pensamos y en cómo interpretamos las cosas. En el cerebro, las zonas encargadas de elaborar las emociones, como el hipotálamo, también modulan las neuronas encargadas de razonar. pensamos.
Por todos estos motivos, es comprensible que nos desconcertemos y dudemos al enfrentarnos con la tarea de describirnos , y necesitemos tiempo para deliberar interiormente antes de hacerlo.
La realidad, sin embargo, es que los seres humanos gozamos de una sorprendente aptitud para observarnos, analizarnos y juzgarnos. Todos en algún momento valoramos nuestro físico a través de nuestra  lente crítica particular.
También podemos evaluar nuestros temperamentos, nuestras actitudes y conductas, de acuerdo con nuestros ideales o las normas que establece la cultura en  que vivimos. Los juicios de valor que hacemos pueden ser de muchos tipos; por ejemplo estéticos (bonito o feo ), morales (bueno o malo), emocionales (alegre o triste) .Dependiendo de las valoraciones que formulemos, y de como  sobrellevemos las que  adoptamos como definitorias de lo que somos, nos sentiremos más o menos bien con nosotros mismos.

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